Cuento que narra la historia de un hombre desagradecido con su incondicional amante y amiga; enseña las paradojas de la vida con respecto a los sentimientos de amor, de libertad, de la extraña sensación de sentir compañía en la soledad y de su manifestación psicológica inversa, como aspectos complejos en la conducta individual.
Presumo que debes estar como siempre fisgoneando detrás de mi silla lo que hago, no te impacientes; te escribo esta carta que dejaré en el escritorio para que la leas:
PARA: La más infame de las amantes compañeras.
Cansado y hostigado por esta compañía triste y aburrida,
pidiéndole perdón a Dios, lamento a veces hasta la misma existencia,
no te das cuenta acaso de que eres obstinada, lúgubre y desinhibida,
de que fastidias y aburres con tu presencia farragosa,
además, eres ilusa por estar convencida de que estarás a mi lado toda la vida,
todo para hacerte la célebre y mostrar tu arma de melancolía poderosa.
¡Que horror¡ por más humillaciones que te hago para que te largues,
estás todos los días sometida a las groserías, regaños y desdenes,
no tienes orgullo, parece que tu presencia va a ser perenne y miserable;
no es que te trate mal, no es que te aborrezca ó que seas mala persona,
es que no te soporto, no te tolero cuando andas dando vuelta sin ocio,
a veces te veo espantosa, eres de mal talante y con una conducta malsana,
mírate, no tienes autoestima, aguantas como si nada todo mi desprecio.
Vete ya, déjame, que no quiero verte más con tu silencio hipócrita,
¡Señor¡ que tengo que hacer para no ser testigo de ésta infame adulación,
todos dicen que eres una buena compañía, pero vives como una parásita,
en la noche me cuidas, en el día como boba estás mirándome con emoción;
basta de esto, dices que me quieres, que me das buenos consejos,
mentiras, falacias, manipulaciones, tú no sabes qué es el corazón,
finges cuando me voy con alguien; me doy cuenta que triste miras desde lejos,
no entiendes qué son las emociones, tú crees que todo es la razón.
Por última vez te lo digo, no quiero verte, te lo suplico como un mendigo,
márchate, no importa que por amor tenga que sufrir por tu ausencia,
has sido mi compañera y amante desde aquel tiempo en que lucí redimido,
me acostumbré a tus atenciones, al buen trato y en definitiva a tu presencia;
pero, no quiero verte con esa cara invisible, ese cuerpo inerte y sin hablar,
no aguanto que no reacciones a mis ataques, impulsos y emociones,
que mientras yo te agredo y desprecio, te mantienes siempre sin llorar,
quiero una compañía con autoestima, con talante y con ambiciones,
que no esté para siempre como una sombra, y que por lo menos sepa hablar.
Me arrepentiré tal vez mañana ó la otra semana, estoy seguro de ello,
no es grato ofenderte así; pero, compréndeme y respeta mi voluntad,
te llamaré si te necesito, si me haces falta; mientras quédate afuera de mi cielo,
por este día, lárgate mi querida y eterna compañera: Tú “ La Soledad”.
DE: TU ETERNO AMOR RESENTIDO
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