"LA FORTALEZA DEL SER HUMANO ES CONOCER SU DEBILIDAD; SI QUIERES SER FUERTE SUPERA PRIMERO TU DEBILIDAD" "EL ILLO"

domingo, 30 de octubre de 2011

LA PLANTA ENVIDIOSAMENTE ILUSIONADA

Es la aridez la que me aflige y por el que hasta el calor a veces me conturba.

Sigo creciendo en llanuras secas y abandonadas en cuyos horizontes veo algunas compañeras floridas y diferentes; más sin embargo, su clorofila y nutrientes es la misma que llevo dentro.

La veo contenta de crecer sin detenerse y a pesar de no estar tan distante, ni una mirada de compasión me ofrece aun conociendo que yo nací primero. Es egoísta? no lo creo; pero solo piensa en ella y así debe ser, es el ciclo normal de la naturaleza el que algunas subamos y otras las veamos desde abajo; así también es natural que al crecer tanto, primero le llegue su final. A veces pienso que no me mira porque cree que le tengo envidia. No está en lo cierto; pero los hechos pueden darle válidamente esa conclusión y no haré nada por desmentirla.

Como planta no entiendo porqué la lluvia no hace milagro, porqué no cumplo rápido mi objetivo en la vida. La naturaleza es sabia y no es mi designio entenderla; sino aprender creciendo.

Tanto esfuerzo hago de entender que mas me enredo en lo incomprensible, más al ver como en la lejanía mi compañera sin quejarse y con el mismo sol crece a ritmo acelerado.

Mientras me preguntó porqué he quedado rezagada en la naturaleza, respondo, tal vez sin saber, que tomo impulso para ser inmensa, y por ello al necesitar espacio, debo estar sola.

Puede ser una posibilidad el que el futuro me tenga preparada una sorpresa; por ejemplo, el que mi madurez sirva de sombra al bosque entero que hoy me abandona.

Hace mucho sol es cierto; pero sigo viva y respirando, lo seguiré haciendo hasta que pueda y con la esperanza de ser un gran árbol, hasta tanto te deseo buena suerte compañera.


La envidia no es buena consejera y menos buena compañia.

EL CONDOR QUIZO SER CAZADO


Siempre te observé en las alturas de las montañas que nunca pude subir; cuando llegó el día en que pude ser capaz de llegar a donde estabas, renuncié a hacerlo por el camino lleno de espinas que preferías; no obstante, caí estrepitosamente en las laderas por el que ciegamente escogí. Tú desde la cúspide me miraste sabiendo que me iba a levantar; afortunadamente me  tropecé y la vida me regresó a mi realidad.
No fue la misma suerte para tí Cóndor de los Andes, que en los cipreses buscabas tu felicidad; te elevaste conociendo la inmensidad de la naturaleza incomprensible. Soñaste no pisar la tierra jamás; sin embargo, siempre estuviste solo, caites en trampas ingenuas y por poco te devoran animales menos fuertes que tú. Eso no te importaba. No era rebeldía ni osadía, no le encontraste el sentido a la vida o no quisiste dárselo tu mismo. Nunca podré hallar la explicación de tu fácil y cruel travesía.

Cuando te lastimaste las alas por volar más allá de lo que podías, creyéndote tal vez, un Juan Salvador Gaviota, todos te protegieron y cuidaron. Te aconsejamos no volver a volar mas allá de lo que tus alas podían soportar; pero solo esperabas la oportunidad para nuevamente alzar el vuelo.

El espíritu libre y sin prejuicios se conjugó con tu actitud ilusa de manera perjudicial y, como siempre, partiste sin importarte la evidencia de los hechos del pasado. Como siempre los cazadores te han atrapado y no podrás volver a volar esta vez. Pienso que ante tu fracaso intento de volar más alto y de conseguir llegar a las estrellas, tú mismo, dejando al azar tu vida, buscaste que te cazaran.

Mientras te recuerdo con rabia por no poder hacer nada que cambié el pasado y sentir al mismo tiempo impotencia  al no poder impedir el triste designio que le diste a tu vida al escoger dentro de los horizontes claros, el oscuro segmento de las nubes espesas, pienso con esperanza en algún día volverte a ver.

martes, 25 de octubre de 2011

LA NAVE DEL AMOR INFINITO


Busco la nave que cayó del espacio para arreglarla e ir donde estés. Te buscaré  en todo el planeta, volaré sin pensar en más nada que en tu belleza, en tu sonrisa, en tu voz, en tus ojos y en la forma natural de tu cuerpo.
No la encuentro a pesar de que la busco en las ciudades, en los desiertos y hasta en el fondo del mar. Todo lo hago por tí amor, para terminar lo que nunca empezó, para que me aceptes en tu corazón y sepas que pude hacerte feliz.

Cuando empezaba a florecer la atracción y la realidad de mis sueños, descendiste en tu infortunio y aun así te seguía queriendo. Al principio creíste que tus padecimientos eran temporales hasta que llegó el diagnóstico y supiste que era terminal. 
Te fuiste sin despedirte y la última vez que te ví me dijiste que no eras la mujer para mí; sin embargo, te insistía irremediablemente porque sentía en mi corazón que te moví el interior de tus pasiones.

Eres tan linda, tan madura y a la vez tan infantil, toda llena de ternura. Te fuiste para no volver; pero yo te buscaré.

Dónde estará la nave que me lleve hacia ti. Me interno en el océano y las  sirenas dicen que te olvide; sin embargo, nada me borra de la mente tu hermosura y ese instante en que estuvimos a punto de besarnos.

Recuerdo que me decías que no eras la mujer para mí, tal vez porque pensabas que te amaba por lástima y que nadie te podía querer en tu agonía. Te equivocaste, como también lo hiciste cuando afirmaste que tu imagen fría se desvanecía en la cama para no regresar. Siempre te observo linda y atractiva en mente. En tus últimos suspiros expresaste que ibas a convertirte en parte de la nada del espacio. Hoy no te veo; pero te quiero encontrar con la nave que cayó del cielo, así sea que pierda la vida en el intento que es lo más seguro, evento en el cual te encontraré fácilmente; mi familia le llama suicidio y locura; yo en cambio, le digo amor y reencuentro. Espérame que llegaré.

Dedicado a las personas que padecen de una enfermedad terminal

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