"LA FORTALEZA DEL SER HUMANO ES CONOCER SU DEBILIDAD; SI QUIERES SER FUERTE SUPERA PRIMERO TU DEBILIDAD" "EL ILLO"

viernes, 18 de octubre de 2013

EL PRESO ES EL CARCELERO

Un día más que veo estos barrotes como si ya hicieran parte de mi cuerpo. Desde que tengo conocimiento he observado su decadencia, su oxidación y cambio de color; sin embargo, es mayor la afectación de mi espíritu que la del metal del que están hechos. Recuerdo que en muchas ocasiones llegué a odiarlos; hoy son mi compañía, los acepté al comprender, tal vez, que ellos como yo, tenemos la misma condena.

Me levanto tratando de escuchar profundamente todos los sonidos, de modo que recorro los pasillos con el eco de los mismos con el fin de encontrar una salida; pero es en vano, no existe salida para mí. Pensando bien, no se si quiero salir de esta mugrienta celda. Ya para que, si mi vida es esto, si no tengo alguien que me susurre al oído o que me espere.

Escucho voces tiernas de un paisaje que desconozco. Trato de asomarme por mi ventana; pero no logro divisar nada. Ante mi realidad no me queda otra opción que ejercitarme, moverme, saltar dentro de este horrible lugar y de paso comerme la miserable comida, día tras días en igual cantidad y calidad.

Viene el bendito carcelero haciendo ruido como siempre, al que no le temo ni me teme; pero en su corazón sabe que amor no le prodigo. Por seguridad me pasa la comida por un espacio reducido y se larga de manera descarada y hasta silbando.

Aun recuerdo aquella vez en el que aun era joven y dejó la puerta abierta, lo que aproveché y corrí como pude. Mis fuerzas no me acompañaron, me agitaba demasiado y fui alcanzado por ese salvaje perro, que sino es por el carcelero, me come entero. De esto ya ha pasado quince años, quince benditos años que siento el frío de mis huesos y sólo observo el reflejo de la claridad del día o las sombras del oscurecer de la noche.

Entiendo que cada cual es responsable de sus propias acciones. Lo se y estoy de acuerdo, por ello considero que mi larga estadía en este cuadrado tiene un motivo. Comprendo que mi cadena perpetua tiene una razón poderosa. Que mi condena se haya librado sin juicio y sin haberme notificado debe tener una explicación en esta vida perfecta. Puede que sea altamente peligroso.

Mi cuerpo no es el mismo, mi aliento decae, creo que pronto moriré de viejo. Hice hasta donde pude para resistir esta infame condena, no más terrible que la felonía de mi carcelero que canta a la bella primavera sin que yo la recuerde. Mi obligación es mantenerme vivo hasta que el Dios del cielo lo quiera.

Regresa el carcelero a decirme que me veo lindo a pesar de mi edad. Ja ja que risa me da; el no me anima, se alienta el solo teniendo por esperanza escondida que me mantendré vivo hasta cuando el quiera.

Llegado el momento de pensar en el crimen que cometí creo que ya es tarde para arrepentirme, la mala fe no estaba en mí, no lo hice por mala intención; es más, no sabía de la envergadura de sus efectos; pero lo acepto, lo acepto sin excusas y me resigno a ello; sólo me pregunto ¿si acaso el carcelero tiene peor vida que yo?, me da pesar su mísera existencia tratando de dominar la naturaleza, haciendo de Dios en la tierra y sin darse cuenta es el único que está preso en sus pasiones y sentimientos, en sus traumas y principios, en sus prejuicios y suposiciones; peor aun: En llegar a morir sin haber encontrado respuestas a sus dudas.

Que bueno, me han puesto alfombra nueva y hasta los platos de la comida son nuevos; ¡que alegría¡ únicamente se les olvida que estoy preso en una celda sin recibir visita. ¿para qué estos objetos?, para que viva más años?, eso lo dispone el creador, no lo material.

Me trasladan momentáneamente a que tome el sol y no se si es una broma o una tortura. Desde este lugar veo un sol radiante que me recuerda todo un mundo que perdí de conocer y, por cierto, la luna, la luna es nada para mí, un cuento de hadas, una fantasía; no la conozco y ya para que. En fin, mi carcelero ha reunido los requisitos de su conciencia para considerar que me trata bien. Triste y desgraciado hombre.

Si tuve familia no la recuerdo, pues, los abandoné o más bien me capturaron siendo muy joven, de tal manera que hoy en día no quiero la libertad, no me sirve, moriría en ella. Por eso le digo a mi carcelero que no tema, que no me escaparé y menos con mi avanzada edad.

Lo que llenó mi espíritu y alma es el haber visto a mi carcelero llorar por sus penas y luego de alzar la cabeza hacia mí, decirme que yo había sido su incondicional compañía, que me otorgaba la libertad sin importar que pasara con su soledad. Así fue como abrió la puerta de esa celda afirmando que mi único crimen había sido estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. De mi parte, poco me importaba que significaba aquellas palabras y con todo el amor que brota de todos los rincones de la naturaleza, eche a volar libre como el viento, aun sabiendo que no llegaría lejos, que sería mi último esfuerzo; pero no importaba, sólo un instante era suficiente para suplir tantos años encerrado injustamente.

Vi todo lo que quería y noté ligeramente desde lejos que realmente nunca había estado preso; que el preso era el carcelero, aquel que veía desde lejos ahogado en sus penas y que de repente salió a correr detrás de mí como arrepentido, como tratando de recuperar su única compañía.

Por el contrario, yo no observaba más guardia; pero tampoco pedía olvidar la desdicha de ese hombre. De pronto me faltaban las fuerzas para seguir volando y sabía que el momento había llegado. Me detuve lentamente con mi corazón agitado, me agaché para reservar energías. Lentamente y en paz mis ojos decaían como en un sueño profundo. En mi última mirada estaba él, sí el carcelero, teniéndome en sus manos, besándome, llorando por mí, cayendo de rodillas y con mirada hacia el cielo contemplando su pequeñez ante el mundo y ante Dios, arrepentido de su vida, humillado por su soledad.

Los cerré definitivamente y él carcelero evitando que partiera me los abrió, lo noté con una sonrisa y ojos llenos de lágrimas como dándome las gracias por siempre.

No fue mi final; ahora estoy en un lugar esplendido otorgado por Dios para nosotros, los de nuestra especie y desde aquí veo la fortuna de aquel carcelero que hoy cambió su vida, ya no estará más preso al entender que solo hacemos parte minúscula como un grano de arena, de un universo que no controlamos ni podemos dominar y menos subyugar a los demás porque termínanos esclavizándonos nosotros mismo.

Por último, quiero decirles que por suerte esa celda no la ocupa más nadie y fue destruida por el que ahora está libre.

Por favor no más animales encerrados.

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