"LA FORTALEZA DEL SER HUMANO ES CONOCER SU DEBILIDAD; SI QUIERES SER FUERTE SUPERA PRIMERO TU DEBILIDAD" "EL ILLO"

martes, 21 de julio de 2015

LAS PRIORIDADES DEL MONO

Esta es la historia repetida de un cuento que comienza con una monótona “érase una vez”  e inicia de esa trajinada forma porque de otro modo no puede tener entrada la conocida en insólita vida del mono y su familia  que se encontraban en la absoluta inopia desde que por mala fortuna avizoraron aquel tigre que casi deja sin cabeza a una de sus crías; no obstante, claro está, que ya había pasado mucho tiempo desde aquel infortunio, a tal punto, que se rumoreaba, inclusive, que el felino había muerto.

El mono se empecinaba en afirmar que si bajaban, el tigre podía aparecer y comérselos ferozmente; por ello, inteligentemente, según el mismo se califica, se ideó una forma- la forma- o mejor dicho: “su fórmula” para vivir; más bien, “sobrevivir”:  Estableció normas de conductas, dentro de ellas se destacaba la principal: “La de que ningún monito ni la monita de su pareja podían bajar por ningún motivo del árbol”; porque, supuestamente, el honor de morir radicaba en el macho de la familia, sólo en él. Así las cosas, apresuradamente bajaba, se subía al árbol más cercano, desprendía bananas y se la llevaba a su familia.

Transcurrieron muchos años viviendo de la forma en que el mono creía que era lo mejor para su familia; sin embargo, no se percató que los hijos crecían y que las otras familias sumaban comodidades porque todos sus integrantes trabajaban sin temores, y, si bien, él de alguna manera consideraba que su familia podía estar igual o mejor; mantenía incólume sus reglas de vida esgrimiendo un fuerte argumento; tan fuerte como falaz: de que la vida de su familia no corría peligro y prefería la conformidad e incomodidad perenne antes que el acecho de la muerte.

El bondadoso mono siguió así por años creyendo de buena fe que realizaba un sacrificio para su familia y que aquella mona lo esperaría en su guarida cada vez más agradecida por tan actos heroicos; pero, desafortunadamente, en la vida cada mono tiene una visión diferente, los árboles se hacen pequeños para la familia y algunas monas piensan de acuerdo al tamaño de la banana que le traigan; al parecer, un charlatán mono saltarín le llevaba una banana muy grande todos los días, justo cuando el mono protagonista de este cuento no estaba; tanto que la bruta y fría mona se fue detrás del nuevo embeleso, no por astuta, porque poca inteligencia tenía; más bien por ignorancia y engaño.

Los monitos ya no eran tan monitos, comenzaron a notar que el tigre de papa ya no existía y bajaron e hicieron sus vidas pensando de alguna manera, que su padre era responsable de tantas falencias. Por su parte, la mona hizo su vida con el mono de la banana grande y, aunque cada tanto recibía banana de ambos, ya tenía claro a quién amaba.

Pasó el tiempo para todos, menos para el mono que siempre regresaba al mismo árbol, lo subía  pensando en el tigre, una vez instalado comenzaba a ver entre recuerdos a una familia que ya no estaba a su lado: su hijos habían partido al igual que su pareja; mientras él seguía arriba mirando el suelo temiéndole a un tigre que no aparecía, sintiéndose seguro en un árbol que sólo le ofrecía recuerdos malos, soledad y melancolía.  

Cuando desde la cúspide del árbol veía a lo lejos a su antigua pareja disfrutando con otro macho, se envalentonaba y pensaba  en echar suerte sin importar si aparecía el tigre; pero, su pensamiento era más grande que su valentía; algo lo detenía o mejor dicho alguien; así elucubraba, en un laberinto de ideas sin salidas, el que posiblemente sus hijos volverían o su expareja regresaría y el no estaría en ese momento para protegerlos; es más, consideraba ilusamente, que el tigre aparecería ante ellos y estos buscarían su ayuda diciéndole que siempre tuvo toda la razón.

El mono se hacía cada vez más viejo, sólo, deprimido y triste; no obstante, un grupo de monos nómadas que se desplazaban por el lugar le invitaron a formar otra vida en una apartada región de la selva, ante lo cual él preguntaba ¿ si a dónde iría era selva o un lugar con más tranquilidad?, a lo que le respondían que era la misma selva; sólo cambiaba el lugar; pero con el beneficio para él de no tener que ver recuerdos, nostalgias y sentir el miedo al tigre, lo cual le podía dar lugar a rehacer su vida y construir un descanso para su vejez.

Dudaba de ¿cómo comería; dónde dormiría y  si en aquel lugar las bananas era fáciles de recoger? A tantos interrogantes los nómadas no podían responder; pero, le indicaban que juntos podían construir una vida mejor.

Después de tanto pensarlo, el mono de esta historia a quien le pido excusa por criticarlo en el desenlace de esta narración, decidió quedarse bajo el falso raciocinio de que aunque cada vez hubiera menos bananas donde él vivía, algo comería, y, además, ilusionado más que preocupado, porque su familia lo llegare a necesitar alguna vez, tal vez su ex pareja mona se arrepentiría; por último, sutilmente dejaba entrever que ya estaba viejo para improvisar en su vida.

Como debo darle un final al cuento, pido por favor no me tache de cruel; pero no encuentro otro del que usted en este momento ha podido pensar; si efectivamente, el mono se hizo viejo, débil, su familia no regresó a su árbol de la forma que él pretendía y, como cada vez tenía menos fuerzas aunado a que la comida escaseaba, moría poco a poco de hambre; a pesar de todo, obtusamente él estaba contento de su decisión.

Un día, como lo fue aquel día en el que debe terminar este cuento, el mono no aguantaba la soledad y la fatiga por lo que bajó serenamente del árbol a buscar a los alrededores si quiera una cascara de banana para comer. De repente, dentro de la maleza, apareció ante sus ojos aquello por lo que había temido toda la vida, si, era el tigre que aunque también envejecido no perdía su ferocidad.

Lentamente se acercó al mono quien sólo lo miraba estupefacto y antes de atacarlo le hablo así: “Sólo te haré una pregunta mono estúpido ¿por qué si sabias que algún día regresaría  no te cambiaste de lugar o de árbol? ¿Por qué me esperaste tanto tiempo si debías escapar como los otros animales? ¿Por qué amas tus miedos más que tus deseos? ¿Por qué buscas la muerte teniendo la vida?”, agregó: “Mono necio te diré que yo también estoy viejo, casi mis garras no desprenden las presas, mis pasos no son tan rápidos como antes; sin embargo, pensé que en mi juventud había atacado a un mono que se refugió justo en ese árbol y aunque las posibilidades eran mínimas de encontrar a alguien, intenté darle vida a mi esperanza; mientras  tú le dabas vida  a la muerte. Te agradezco mono porque que hoy seras mi comida, justo no puedo correr, pero tú menos con lo desgarbado que te encuentras, mis colmillos han caído no siendo esto problema ya que si acaso tienes piel que bien pueda morder.

El mono escuchaba sorprendido aquellas palabras y antes de ser comido contestó: “Ahora entiendo; no eres tú el que me comes, soy yo el que quiero ser comido; no son los riesgos los que evité; son los riesgos que siempre perseguí; no busque ser amado; busque ser despreciado; no nací para vivir, nací para morir. Sírvase señor tigre seguir viviendo que yo ya morí desde hace tiempo.  

Cada uno de nosotros tenemos un árbol, un tigre, riesgos, una aventura, una invitación o proyecto, un aprendizaje de aciertos y errores y, lo más importante, una vida que definimos. Solo nosotros podemos cambiar el final de nuestro propio cuento colocando a cada personaje donde debe corresponder, nadie más lo puede hacer.    
    



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