"LA FORTALEZA DEL SER HUMANO ES CONOCER SU DEBILIDAD; SI QUIERES SER FUERTE SUPERA PRIMERO TU DEBILIDAD" "EL ILLO"

viernes, 11 de noviembre de 2016

TAN CERCA Y TAN LEJOS

Colores y paisajes hermosos salidos de una primavera que nunca fue, predisponen al corazón a palpitar por las emociones de un amanecer de los que ya no se recuerdan; si acaso se alcanzan a vislumbrar forzadamente por una memoria que instintivamente  alienta la vida, utilizando un instrumento mágico imaginario tal fuera un prisma, cuyo lente afectivo hace que ingresen muchos rayos tristes; pero que refleje una luz de optimismo casi irreal. Esa paradójica dualidad idealista es el motivo de contar una anécdota ocurrida en otro día de antinomia obligada, el de una asoleada en pleno invierno.

El sol es incandescente, el calor brota de todos los contornos; parece salido de la vestimenta que se adhiere a la piel como si fueran una misma cosa. Se genera la sensación de un andar rápido en la mente; pero ciertamente lento al pasar. Por un momento me despejo mirando las olas del mar, deteniéndome en  ese viejo camellón, olvidando así el azaroso día. !No es la mejor playa¡ y tampoco fue la que mejor disfruté; pero, por una razón que aun desconozco, es la que toma la melancolía como símbolo de la añoranza. 

De ese modo, sin pensar en nada, como es costumbre del costeño, miro y vuelvo a mirar el mar, una y otra vez; pero ésta ocasión es diferente, ya que al mismo tiempo imagino que un extranjero me observa sorprendiéndose por el amor que siento al contemplar "ese mar y las olas tranquilas". Ante tal ocurrencia, recreo que el forastero no pudiera aguantar su inquietud  por saber '¿qué siente y piensa en ese momento un costeño en esa situación?, por lo que osadamente procede a preguntarme, temiendo que, tal vez abstendría una respuesta  grosera; pero, por el contrario, ese ser del mar, ese hombre humilde, con voz tranquila y sonriente que "soy yo", pero que puede ser "cualquier caribeño", contesta: “En nada, el mar se mira, no se piensa", generando con dicha frase, la entrada a un diálogo relajador.

Este episodio lunático es el fruto inconsciente del concubinato de la confusión con la impotencia; es la tristeza por ver la desidia de mucha gente por lo simple y no entenderlos; no obstante, en esa incomprensión encuentro la respuesta, sobre todo analizando mi dilema. Podría decir que soy dichoso por comprender la importancia en la vida de lo básico y primordial; pero no es así todo el tiempo, porque la mente se obnubila y la razón y las emociones juegan a las escondidas; a veces aparece una y la otra se esconde y viceversa. Siguiendo ese derrotero y la historia, pienso que ese "extranjero", ese ser que en mi imaginación no tiene rostro, para que ¡preguntara tal cosa!, tendría que ser otro desinhibido caribeño, o sea, en este caso, tendría que ser "otro yo", por lo que efectivamente estoy representado dos personajes al mismo tiempo al mirar el mar: El personaje extranjero que viene a preguntarme y el caribeño que le responde; sin embargo, el que más me gusta y apasiona es el que responde: “Nada, el mar se mira no se piensa”, una respuesta profunda, sencilla, sin complicaciones, consecuencia del modo de ser del hombre costeño; en cambio, la pregunta del extranjero lleva implícita complejidades, ahondar sobre la vida y sus sentidos, si acaso existen, filosofar con lo efímero de la vida, lo cual, por antonomasia, no es razonable en sí mismo. Lamentablemente confieso que también soy el "extranjero".

De esta forma, entonces, me encuentro mirando esa playa hermosa ó mejor dicho “nos encontramos” el extranjero y yo despejándonos; debiendo hacer una aclaración, yo veo fijamente al mar y, el extranjero más me ve y analiza a mí que al mar, como si hubiese viajado de tan lejos sólo para ver un hombre cualquiera; pero no importa, pienso que es normal; él tiene mucho tiempo que no ve un hombre enamorado de lo simple y yo tenía tiempo sin ver la playa y el océano; creo que mientras no pregunte tanto se hará tolerable su compañía.  

Como puede notarse, siempre el hombre, aun en cualquier grandioso y espléndido lugar, tiene la mente en una permanente introspección, que implica infortunadamente la imposibilidad de descansar absoluta y completamente.

Algo me anonadó y lo hará siempre, sin cansarme; es es el imponente morro de esa playa, lo dibujaría sin verlo. Me conduce a una extraña contradicción desarrollada por los sentidos, de que a lo lejos se ve cerca y a lo cerca lejos. Ese montículo hermoso de piedras me deleita, deseo estar allí, ver el mar desde ese magnífico lugar es fascinante, más de una vez me he desplazado imaginariamente hacia el; justo está a la vista de la prueba de la redondez de la tierra, en cuyo paso cualquier barco no se ve más y desaparece.

Ese morro para el "extranjero" no será nada porque estará acostumbrado a ver cosas más impresionantes; pero para mí, durante gran parte de mi vida, fue como el fin del mundo, era el límite de lo posible e imposible y, aun lo sigue siendo, porque después de él no sabía que había ó aun deduciéndolo no importaba, porque lo cierto era que en ese punto siempre se perdía mi mirada y no regresaba.

Soy "yo" ahora el que pregunta a ese "extranjero" el mismo que parece estar obnubilado por el  cuadro de mi perfil, ¨¿qué existe después de ese morro y aún más allá? luego del océano ¿qué viene? y si sigo por la costa hacia mi derecha como un cangrejo errante, como un ballena franca ¿a dónde llegó si la bordeo sin descansar?. El "extranjero" limpiándose las uñas con un palillo que consiguió en la arena, me responde de una forma tan básica, como desquitándose por mi respuesta: "Existen otros países y otros mares".

Dicha respuesta me pareció muy obvia, no propia de un foráneo, a tal punto que comencé a dudar si "el extranjero" era mi otro "yo"; lo que sí ocurrió fue me volví a la realidad al sentir tanto calor, que no daba para hablar muchos más y, solo le repliqué: "Ojala en esos extraños limites un poco de frio hubiera".

El "extranjero" exclamó que: "Si como cóndor volaba y rodeaba las costas hacia el sur, seguro encontraría frio; pero que lo más probable era que me encontrara a mí mismo".

Esa respuesta me sorprendió, fue de tal entidad, que el extranjero desapareció como personaje, ya no existía. Quedé solo, pensando que detrás de ese morro y, dando unas vueltas no se ¿hacia dónde?, estaba "yo" también. De alguna forma comencé a recordar en mi "otro yo" lejano; de alguna forma lo extrañaba y hasta pesar sentía por él (yo).  

Yo estaba tan lejos y tan cerca, sabía perfectamente que mi "otro yo" no vendría a ver el morro, no podía hacerlo por el momento; sin embargo, después de tanto reflexionar me fui convenciendo que el "otro yo" es quien les habla o escribe y, por tanto, nunca fui el protagonista de esta historia. Comencé a sentir angustia descendiendo en una paz y tranquilidad majestuosa y, aun sin saber ¿quién era?, me dije que "iba a buscarme una y otra vez hasta encontrarme" seguramente cuando lo logre, podre ver el morro con mayor alegría. 

Así fue la anécdota de como para recordar marché siendo "extranjero" y, para regresar lo hice siendo costeño. Así me quedaré.


 Fue bueno el descanso y el paseo; ahora es tiempo de seguir sobreviviendo.

DERECHOS DE AUTOR Y REGISTRO TECNLÓGICO.

ATENCIÓN:
Queda prohibido todo acto de distribución, copia o comercialización de los post sin autorización del autor o sin citar los derechos del mismo. El sistema electrónico rastreará en toda la red sus contenidos y verificará si se cumplen estos requisitos; de lo contrario, se expone a responder penal y civilmente por ejecutar las mencionadas conductas.