"LA FORTALEZA DEL SER HUMANO ES CONOCER SU DEBILIDAD; SI QUIERES SER FUERTE SUPERA PRIMERO TU DEBILIDAD" "EL ILLO"

lunes, 23 de mayo de 2016

SÓLO A LA TIERRA ME DEBO

Salí de la tierra y a la tierra me debo. No es mi creador; pero en su  aridez brotó la semilla de  mi ser.

No es el nacimiento el que le da futuro a la espora que deambula desesperadamente; es la flor cuyo néctar recibe su visita para darle vida a la vida. Néctar a veces pasado en su dulzura o en su simpleza, que definitivamente influye en su torrente para darle una existencia efímera o débil a los rayos del sol; sin embargo, sólo a ella le corresponde sobrevivir.

Me debo a la tierra y solo a la tierra recuerdo, sólo como la planta que crece y muere con o sin sustento. No es el devenir desagradecido el que forma la percepción injusta de las miradas omnipotentes; sino es la comprensión emocional que evade la debilidad intrínseca  de la creación imperfecta y aun así agradecida.

Sí, sólo a la tierra me debo. Cuando he tocado soberbiamente las cumbres creyendo estar en el cielo; lo cierto es, que jamás he dejado de pisar la tierra y, cuando he caído en infinitos abismos siempre he chocado con la tierra que me ha recibido, aún con sus fangosos barros negros y lodosos. La tierra y sólo a la tierra me ha afirmado aun no queriéndola ver.

No es el abono vigoroso el que genera una planta hermosa; es su capacidad natural de sobreponerse a la ausencia del abono y a su cultivador que la hace perenne como la maleza que no requiere cuidado; por ello, la planta sabe que sin la tierra no existe y jamás la olvida.

El creador poderoso sabe y conoce que me ha enviado a la tierra y a ella me debo como ser imperfecto e insensato; que sólo arrastrado de rodilla en su plenitud podría ir algún día  al cielo; pero solo gracias a lo  que por Dios aprendí en la tierra puedo tener la esperanza de llegar a ese misterioso espacio del que nadie ha regresado.

He saltado, he volado en aves mecánicas, he subido en escaleras muy altas; pero tarde o temprano vuelvo a la tierra ya sea en sus cumbres o en sus llanuras o aun es sus grandes pantanos. De la tierra soy y solo de la tierra seré. No es un grito imponente y soberbio que olvida la indefectible relación del cosmos, de las energías, de las cosas y de los seres vivos; muchos menos es desconocer la incontrovertible ley de la causalidad o del conductismo aprendido, e inclusive, de los efectos de los conflictos en la red eléctrica neuronal, ni el debate inerte del yo y super yo; simplemente es aceptar que a la vida vine y en la vida debo estar y, mientras el supremo no disponga mi muerte, todo aquello que no puedo cambiar, puedo adoptar la aptitud inteligente que implique en ella permanecer; mientras cumplo la misión que encuentre teniendo presente las misiones exitosas y aquellas pérdidas.

Que  puedo pensar del bosque, de la selva, de las demás plantas. Que todas en la tierra han estado, se ha arrastrado en ella, se han estrellado contra la tierra y de la tierra han salido, han crecido, han evolucionado y, que sin embargo; por muy alto que lleguen siempre la tierra pisaran.

Esa es la verdad de la vida humana; tal vez no la de Dios porque en verdad a él todo se lo debo y de él bendigo sufrimientos y emociones, le agradezco infinitamente su aceptación, amor y misericordia, lo más importante sentirme pleno sabiendo que no  me garantiza ni la dicha constante, ni la fortuna ni  la salud infinita, el me promete más que eso. Gracias Dios por enviarme a la tierra.    



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