"LA FORTALEZA DEL SER HUMANO ES CONOCER SU DEBILIDAD; SI QUIERES SER FUERTE SUPERA PRIMERO TU DEBILIDAD" "EL ILLO"

sábado, 7 de noviembre de 2009

UN DIÁLOGO CON LAS NUBES


Como siempre trato de dejar alguna enseñanza en mis cuentos o escritos, no la que llego a deducir en lo mismos, pues, es posible que esté errado; sino la que ustedes como lectores puedan obtener de sus vidas luego de hacer una reflexión de sus conductas, interiormente, solos, sin que nadie los enjuicie o sin darle la razón a alguien. En otras palabras, es una herramienta para pensar en nosotros mismo como seres racionales. En esta oportunidad, como es mi costumbre personifico, cosas y seres vivos; le correspondió el turno a las nubes y a un níspero, que en cualquiera de cada uno de los lectores puede ser su madre, padre, esposa, hermano, amigos, sacerdotes, pastores, el mismo Dios, la conciencia individual, el vecino, el perro de la casa, el profesor, el curandero, el político, el taxista o cualquier otro individuo o sujeto muy allegado al que a veces por el estrés y esta vida tan apresurada, lo enjuiciamos sin darnos cuenta, que él también lo podría hacer con nosotros, lo cual no es indebido, ni reprochable, pues, hace parte de las relaciones humanas, es más, a veces suele ser constructivo o ameno; ese no es el punto, sino el de que también tengamos el espacio personal para evaluarnos nosotros mismos a fin de tener presente cuales son nuestras armaduras, disfraces y mentiras a fin de obtener una armonía individual y colectiva que nos permita seguir en la línea de ubicar las citadas debilidades para construir hacia el futuro una plataforma de trabajo duradera o sostenible; es decir, son factores elementales que precisemos que somos justamente imperfectos; pero que podemos trabajar en una relativa armonía siempre que podamos evitar los espacios más susceptibles a que se explote inconscientemente esos defectos en la labor de construir a largo plazo una nueva sociedad sin protagonismo.

La candidez de la noche muestra muchas nubes embelesadas y conturbadas por el ruido de la tormenta que no germina, se arremolinan avergonzadas con la luna y la estrellas por la negación del advenimiento de la lluvia, sollozan por la propagación de la neblina que oculta sin razón la iluminación del cielo.

Por haberla perdido en un tiempo, valoro y observo la belleza de lo simple, veo con ojos de animal el primor de lo inexplicable y al hacerlo cunde en los más recónditos sentimientos la sensación de libertad y pánico ante mi insignificante existencia frente al espacio infinito de la vida. En esa oscuridad creciente en el que escucho a los lejos el bullicioso y tímido sereno que va en decadencia, no logro avistar la hermosura de la estrellas; sin embargo, me mantengo infranqueable y estupefacto al notar el cielo negro emblanquecido por el deambular húmedo y avergonzado de los cúmulos deformes cuyos rostros en mi imaginación se aprecian como las más disímiles figuras de animales y cosas.

El perfume de la lluvia se entremezcla con el sonoro vaivén de las ramas del níspero romántico que luce con su frutos un traje alegre de fin de semana y que orgulloso se muestra presto a pomponearse por los halagos que de este hombre recibe, este mismo que le cuenta a ese hermoso árbol, una vez piso tenuemente el fresco y verde prado del jardín multiforme, que no puedo, como en otros días, encuadrar con precisión el rumbo de la ascendencia inesperada de emociones y sentimientos que brotan, al mismo ritmo del movimiento de las nubes, remembranzas de hechos tristes y dolorosos que, sin explicación aparente, poco a poco se convierten también en masaje y bálsamo de alivio para el corazón dolido que gime y se contrita ante los efectos imprevistos de las pasiones ilusas que dejaron una marca candente en el fondo del alma; en efecto, paradójicamente, gracias a los beneficios del perdón y del trasegar del tiempo, esos acontecimientos en forma discontinua y aún dispersa vienen siendo asumidos, le cuento, en función de sentirme fuerte, amado, romántico y relativamente feliz por obtener una visión pequeña, pero más larga de la que poseía, para comprender lo incomprensible e inexcusable de las relaciones humanas.

Teniendo en cuenta que el níspero no me responde y sonríe con sus ramas como pensando “mejor no hablo”, deseo sentir un consuelo y procedo a sentir al igual que las nubes que al esperar una tormenta esperando se quedan, vergüenza por habernos esperanzado con un destello reciproco de pasión, de amor y de ilusión pasajera de una vida inexistente que nunca llegó ni existió; pero una vez las involucro sin pedirles permiso me vuelvo petulante y para hacerme el célebre les expreso, tratando de tapar mis errores ante ellas, en conversación energética, espiritual, poética, orate ó como se le quiera llamar “que no existe razón de sus decepciones”, les inquiero a responder “a qué más podían esperar de una tormenta que luce evidentemente contenida y deficiente a correr el riesgo loco de una explosión amorosa porque sabe que todavía no es el momento adecuado para ello, pues con diáfana razón se percata que está recibiendo aún fuerzas para desencadenar su feliz desenlace”, les digo que “por bien tienen la vergüenza padecida con las estrellas y la luna, por apresurarse a creerse solas y suficientes para encapotar un cielo sin entender que en ese estado ni siquiera ellas mismas pueden concebir una rayo, una centella o por lo menos un trueno de compañía a la tormenta”, que “atrevidas se entrelazaron sólo para sentirse llamativas a la luna; por último les expreso, como burlándome de ellas, que “hoy quedaron mal en las alturas por pensar que su vida dependía de lo fuerte que se mostraran, del ruido que emitieran o del terror que provocaran” y no les les queda otro remedio que “apenadas seguir llorando con ese sereno lento, casi imperceptible, ridículo, abatido y desolado hasta el próximo día, sí es que no se agravaba su estima por voluntad de los rayos inclemente del sol venidero, todo por su falta de prudencia y honestidad con ellas mismas”.

Al terminar el diálogo volteo sonriéndome y me dirijo hacia la realidad práctica de una vida mentirosa, cuando de repente las nubes en conversación gaseosa penetran en mi corazón autoengañado y me hacen devolver con la cabeza baja y escuchar el tronar de los recuerdos que me señalan con voz de relámpagos silenciosos en el juicio inerte las querellas de las nubes, que como fiscales rencorosos me acusan de que “también fui un iluso, que sembré en terreno infértil a sabiendas de la aridez de la tierra, que además sembré sin preparar el terreno, que tiré las semillas del amor cuando eran tiempos de cosechar la sabiduría de las pasiones, que cuando debía recoger la cosecha del verdadero amor seguí sembrando al tratar de obtener mejores frutos que estaban lindos por fuera y podridos por dentro, que fui un campesino de escritorio de la vida que no supo entender que todo tiene su momento y que la prisa y la vanidad sólo generan desdichas y decepciones, que la paciencia antes de ser un defecto es la virtud de las almas nobles, que en la vida cada cual se labra su destino, que no comprendí que no es fácil arar la tierra montañosa, tampoco quitar la maleza que estorba y enreda y vuelve a salir perennemente, y que dichas dificultades no dan lugar a que el sembrador se de por vencido porque para él lo importante es trabajar y extraer unos frutos sanos y que en su objetivo está, no el de eliminar la mala hierba, sino el de saber ubicarla y quitarla del camino y distinguirla de la siembra buena y; por último, que no tuve la razonabilidad del sembrador que le hace prever que a pesar de tener todos los cuidados con su cultivo tiene que concientizarse de que la naturaleza le puede jugar una mala pasada y, que en esa eventualidad, deberá con tristeza y rabia comenzar de nuevo su labor, sembrando nuevamente los frutos, cambiándolos por otros, cambiando de tierra, creando nuevas protecciones o simplemente esperar a que se calmen las tempestades”.

Las nubes ya terminado su sermón me dijeron que por enésima vez comprendiera que “debía ser humilde y que la felicidad, los desengaños y los hechos por si solos no me otorgan la verdad revelada, que inclusive, podía ser cierto que ellas pronto se esparcieran por una tormenta arrepentida y no obstante mi diagnóstico no me hacía mejor que ellas y que me mostraba prepotente y digno de escarmiento, pues, hay cosas que se salen de las más razonables y lógicas deducciones para evitar una vida presuntuosa y triste”.

En ese momento volví a ver desde lejos por dentro de mi el cause torrentoso de los pensamientos condicionados por la repetición del deshielo de una historia familiar, social y personal de pasiones equivocadas y sentí alegría porque creo que el cauce se puede cambiar para el bienestar y armonía del espíritu común y que en momentos de confusión es bueno construir una represa que contenga las tristezas para luego hacerlas desembocar en el nuevo caudaloso rio de la humildad y de la vida.

Para sorpresa mía, cuando me despedía del níspero y ya no veía las nubes y pensé que al final de cuentas por lo menos tuve la razón frente a ellas, un fuerte aguacero intempestivo me mojó por completo, lo que antes de producirme rabia, me originó alegría por sentir el nuevo estado de percepción de las cosas gracias a la sabiduría de la naturaleza.

Espero que te puedan hablar las nubes y que te caiga tu feliz y alegre ventarrón.

1 comentario:

anonimo dijo...

hola felicitaciones. que controversia que causa esas cosas queseben tan simples y alas cuales nunca no detenemos a mirar que las cosas mas simples son las mas hermosas por que son creadas por dios y mira la controversia que causa esta belleza ala vida de uno mismo. la verdad dejame decirte que tienes ima imajinacion y una creativida que nos dejas sim palabras y como siempre dejas algo ala imajinacion y una enseñanza mas cuidate el illo que dios te bendiga

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