Busco la nave que cayó del espacio para arreglarla e ir donde
estés. Te buscaré en todo el planeta,
volaré sin pensar en más nada que en tu belleza, en tu sonrisa, en tu voz, en
tus ojos y en la forma natural de tu cuerpo.
No la encuentro a pesar de que la busco en las ciudades, en
los desiertos y hasta en el fondo del mar. Todo lo hago por tí amor, para
terminar lo que nunca empezó, para que me aceptes en tu corazón y sepas que pude
hacerte feliz.
Cuando empezaba a florecer la atracción y la realidad de mis
sueños, descendiste en tu infortunio y aun así te seguía queriendo. Al
principio creíste que tus padecimientos eran temporales hasta que llegó el
diagnóstico y supiste que era terminal.
Te fuiste sin despedirte y la última vez que te ví me dijiste
que no eras la mujer para mí; sin embargo, te insistía irremediablemente porque
sentía en mi corazón que te moví el interior de tus pasiones.
Eres tan linda, tan madura y a la vez tan infantil, toda llena de ternura. Te fuiste para no volver; pero yo te buscaré.
Dónde estará la nave que me lleve hacia ti. Me interno en el
océano y las sirenas dicen que te
olvide; sin embargo, nada me borra de la mente tu hermosura y ese instante en
que estuvimos a punto de besarnos.
Recuerdo que me decías que no eras la mujer para mí, tal vez porque pensabas que te amaba por lástima y que nadie te podía querer en tu agonía. Te equivocaste, como también lo hiciste cuando afirmaste que tu imagen fría se desvanecía en la cama para no regresar. Siempre te observo linda y atractiva en mente. En tus últimos suspiros expresaste que ibas a convertirte en parte de la nada del espacio. Hoy no te veo; pero te quiero encontrar con la nave que cayó del cielo, así sea que pierda la vida en el intento que es lo más seguro, evento en el cual te encontraré fácilmente; mi familia le llama suicidio y locura; yo en cambio, le digo amor y reencuentro. Espérame que llegaré.
Dedicado a las personas que padecen de una enfermedad terminal