ANIMALES O HUMANOS PARTE I

Tomado de algunas ideas expresadas en el blog CATHOLIC.NET.

Es un error frecuente el comparar los comportamientos humanos y animales, como si tuviéramos la misma naturaleza. Vemos, por ejemplo, los actos de incomparable ferocidad entre animales, como la muerte de las crías, de los individuos más débiles, y de las parejas después de aparearse.

Lo brevemente expuesto deslegitima la justificación de algunos consistente en que los hombres ajustan sus vidas a los patrones seguidos por los seres irracionales, no dotados de una conciencia individual. Las leyes que rigen el comportamiento humano son de una naturaleza diferente y deben ser buscadas donde Dios las inscribió, es decir, en la naturaleza humana.

Sin embargo, debo aceptar que la única diferencia que tenemos con los animales es la razón y sus complejidades espirituales, que desafortunadamente en la realidad la utilizamos en menos de un 30% al día; pues, el resto del tiempo actuamos por reflejos condicionados para tres conductas principales: el tener, el poder y el placer, obviamente con la inclusión de rasgos morales y religiosos que se adecuan a una mejor existencia en cada caso particular.

La pregunta que surge es ¿cuándo actuamos como animal y cuándo como ser racional? Si nos comportamos maquinalmente durante por lo menos 12 horas al día y 8 horas mínimo son para descansar.

Considero particularmente que sólo llegamos a escudriñar generalmente sobre nuestro proceder racional en dos etapas de la vida claramente definidas en mi sentir, la vejez y sólo temporalmente en las crisis que generan aislamientos.

En la primera no puedo hacer comentarios profundos aún, teniendo en cuenta que el motivo de la sabiduría con la avanzada edad no lo he meditado y es difícil de determinar desde la antigua Grecia.

Con respecto a la segunda tampoco, pero creo que someramente puedo hacer una pequeña y muy limitada exposición en lo relativo al comportamiento afectivo, campo en el que considero que aún seguimos actuando como animales y a veces peor, pues, tratamos de hacer una mezcla de el instinto emocional con un sentimentalismo mal formado que, contrario a los animales, va en detrimento de nuestra existencia.

Me juzgaran por la clara diferencia que esgrimí en el inicio de este escrito, pero considero que mis conclusiones no se excluyen; efectivamente, el hecho de que no pueda hacerse un juicio de valor del actuar del humano en analogía del comportamiento animal, no se opone a que desliguemos nuestra naturaleza dominante y, tampoco, a que reconozcamos que actuamos en la práctica emocionalmente llevado por los instintos primitivos, que requieren controlarse y superarse.

La última aseveración más de considerarse como una hipótesis inútil, debe apreciarse como de gran importancia para lograr superar el estado irracional y entender que estamos utilizando únicamente el estado límbico del cerebro, lo cual no es ningún descubrimiento, pues, hace mucho se viene teorizando al respecto.

En la medida que reflexionemos sobre el curso que le damos a nuestra vida al ponerla frente al espejo de la razón, podemos lograr iniciar un nuevo circuito neuronal que comunique las reacciones instintivas del hipotálamo con la parte racional del cerebro, de tal manera que por lo menos ayuda, como dice el Doctor Jorge Bucay a no montarse en coche a merced de los caballos sin jinete que los dirija, lo que la mayoría de las veces resulta catastrófico, no sólo en términos de vida o libertad, sino también, y no menos importante, de felicidad relativa.

Se dirá entonces, que la fuerza del instinto animal nos gobierna y, por tanto, conduciría a concluir que es inane cualquier esfuerzo que se haga para comportarse racionalmente, a lo que debe responderse enfáticamente que NO, Y MIL VECES NO, pues, la sola pregunta en ese sentido significa que podemos razonar y determinar la razón. El problema no es de razonamientos, sino de la práctica o conductivismo para llevar esas ideas al plano material, lo que se logra únicamente ejecutando actos repetitivos que en muchas ocasiones chocan con nuestro instinto emocional primitivo y con el sentimentalismo mal formado; así se comenzará a crear una nueva red neuronal que permita bloquear, prever, obstaculizar o eliminar las conductas animales lesivas al humano.

En otras palabras, aunque suene extraño, se debe actuar “irracionalmente subjetivo” para ser racional. Me explico, el ejecutar una conducta que sea contraria a nuestras percepciones del mundo y de las situaciones podría llevar a pensar que no se está actuando humanamente, lo que conduciría a seguir con nuestra línea de errores; por ejemplo, el complejo de culpa en muchas personas produce, entre otras, el problema para decir NO, por pensar que el “NO” hiere al sujeto que hace una determinada petición; el problema es tan grave que, a pesar de reconocerlo, si se conduce el afectado con actitud contraria de manera repetitiva, temporalmente se sentirá inhumano, por tanto animal, o sea, irracional subjetivo; sin embargo, al cometer esos actos reiteradamente con el tiempo desaparece ese juicio moral equivocado. En ese orden de ideas, la costumbre- reflejos condicionados- se bloquea con otra costumbre- reflejos condicionado contrarios y actuales, lo que en mi parecer es más eficaz que tratar de desacostumbrarse de los actos erróneos con el simple apego a los principios ideales por los siguientes argumentos: Primero, que razón va a dar quien razón no tiene; segundo, el no poder decir que NO se convierte una costumbre perenne, pues, sin hacer actos contrarios, no se eliminará o bloqueará el circuito o huella neuronal del cerebro confuso; es decir, como dice la Biblia no sirve ser tibios, y, tercero, difícilmente la persona reconstruye su vida con el sólo pensamiento, salvo que se mantenga en completo aislamiento por toda su vida, como los monjes tibetanos, lo que no tiene gracia, esfuerzo ni importancia alguna, ya que lo importante no es alejar en la casa al perro del gato, sino enseñar al perro a estar frente de aquel sin morderlo. No se puede aislarse del mundo, para eso es mejor estar muerto, lo que no se contrapone a los momentos de reflexión, aislamiento para adentrarse con más fuerza en la sociedad.

Ahora, lo anterior, esto es, la de ejecutar actos diferentes no se logra sino existe voluntad, es decir, aquella enérgica decisión a no seguir siendo animal y a entender que los efectos de la abstinencia es un paso provechoso, difícil y benéfico para evolucionar a ser racional, es decir, el sufrimiento constructivo es importante, tal como los orientales lo asumen en sus vidas al crear fortaleza de los ataques emocionales de los demás y de uno mismo. Claro que el hombre nunca será perfecto, buscará la perfección, pero el ejercicio propuesto a largo plazo lo estabiliza con paz y armonía.

Tenemos un pequeño impase consistente en que a diferencia de los animales que se les premia con comida al efectuar un acto correcto en su adiestramiento, los humanos no tenemos recompensa de esa naturaleza, motivo por el cual recomiendo servirse un poco de ese estado animal y crear una motivación como consecuencia de haber cumplido con la nueva tarea. Ello se logra felicitándose internamente, buscando apoyo en las personas allegadas, adecuando su objetivo a una meta espiritual, religiosa, académica etc. Y reiterando su aprendizaje enseñando, y reafirmando las ideas, pero teniendo mucho cuidado y prudencia de no pensar que están eliminadas costumbres viejas, porque se abandonaría el objetivo de crear un nuevo circuito de pensamiento.

El interrogante que surgiría esta vez es el siguiente: ¿si no se tiene la razón y se debe ejecutar nuevos actos, cómo saber cuáles y basados en qué argumentos?.

Fácil y es clave para formar una sociedad en armonía. Todos tenemos defectos, pero como dijo Jesucristo vemos mejor los de las otras personas que los de nosotros; por tanto, las personas allegadas, la guía espiritual o los escritos sagrados, el profesional respectivo en conjunto pueden dictaminar directrices y recomendaciones a seguir y uno puede dar directrices a otros sucesivamente hasta que se forme una estructura de autocontrol que permita el dominio de las emociones; en ese sentido, actualmente se insiste en la formación de la inteligencia emocional más que la intelectual.

Continúe leyendo sobre el tema en la segunda parte de este escrito.

El ILLO